Para plantar un rosal elegiremos un sitio soleado y, si puede ser, resguardado del viento de norte. Hacemos un hoyo de 40 o 50 centímetros de ancho por 40 de profundidad.
La tierra de la capa superior (20 centímetros) la guardamos aparte. La más profunda, que es una tierra que llamamos “cruda”, la retiramos. En el fondo depositamos una capa de gravilla para que el agua no se encharque, luego echamos la capa primera que hemos guardado, después unas paladas de tierra vegetal y por último rellenamos con la tierra fértil del huerto y lo mezclamos todo. Hacemos el hueco y enterramos el rosal hasta donde está el injerto, hacemos un poco de vaso y le damos un buen riego. Finalmente cubrimos con hojas secas o una arpillera, así mantendremos la humedad y evitaremos el riesgo de alguna helada tardía.
Y ya tenemos plantado nuestro rosal, sólo nos queda ir regando de cuando en cuando y controlar que nos haya enraizado.